Foto: http://www.jacklondonsnark.com
“El Snark es un barco pequeño. Cuando calculé que un
presupuesto de siete mil dólares sería más que suficiente, yo me consideré
generoso y correcto. He construido casas y graneros, y sé de sobras que la
mayoría de proyectos acaban costando más de lo que uno se imagina al
principio. Yo creía dominar estos cálculos, mis cálculos, cuando estimé que el
presupuesto para la construcción del Snark sería de siete mil dólares.
Pues bien, me costó treinta mil. No, no acepto preguntas. Es la verdad. Yo
firmé los cheques y yo tuve que ganar el dinero. Naturalmente, no hay
explicación posible. Estará de acuerdo conmigo en que es algo inconcebible y
monstruoso, lo sé, y ésta es la historia.” [1]
Por entonces había decidido también salir a la búsqueda
de un vehículo que nos permitiera afrontar la ardua tarea que se avecinaba: la
búsqueda de la ayuda solidaria y su transporte al Litoral. Pero además,
mecanizar nuestro flamante proyecto paralelo: la escuela de kayakismo que con
Enrique habíamos bautizado Piraí Kayakismo.
Claudio Palacios, mecánico naval y fierrero compulsivo,
tomó nota de las ideas provenientes de este neófito en las lides mecánicas y
que además –como interesante dato de color- jamás había manejado. Dada la
exigencia de las operaciones que se llevarían a cabo y lo acotado del
presupuesto me indicó salir a la búsqueda de una "tanqueta": una pick-up
preferentemente doble tracción, preferentemente de origen japonés, y por ende,
un modelo no muy actual.
Comenzamos nuestro recorrido una helada mañana en Quilmes
para finalmente, y no mucho tiempo después, terminar en los contrafuertes de
José León Suárez –lugar duro si los hay- donde cerré trato con un astuto y
parco almacenero que expendía mercadería frente a la cárcel de San Martín a los
familiares de los presos. Próspero negocio.
El hijo de Juan (el vendedor) nos había conducido a Ciudadela, Partido de Tres de Febrero, a hacer el papelerío. Y en esa ocasión Claudio me dijo discretamente:
“Éste maneja como un salvaje...”
Cerrado el negocio el hijo de Juan se ofreció a sacar la
camioneta del garage y en la maniobra
chocó el vehículo contra una columna. Así comenzó la particular historia de la
Mitsubishi L200.
Un alto en el camino, en General Alvear, Provincia de Corrientes.
Parte Nº 1
Al Encargado en
Jefe del Departamento de
Mecánica y Mantenimiento
de la Travesia Solidaria
Iguazú Tigre
Sr. Claudio Palacios – entregar en mano -
Estimado:
Por medio del presente remito a Ud. pormenorizado informe
de nuestro vehículo a efectos de que tome los recaudos necesarios y arbitre
medidas para implementar próximo Operativo de Rescate.
A la espera de
sus novedades, le saludo atentamente.
- El día 28/9/13 experimentamos un primer inconveniente
de origen eléctrico a la altura de la localidad de Gualeguaychú, detectando que
el regulador de voltaje alimentaba la batería a 18 voltios y no a 12, por lo
que la batería tuvo una importante pérdida de ácido que fue subsanada con agua
destilada. Probablemente la batería esté malograda.
- Siendo las 12 de la noche a la altura de la localidad
de Puerto Piraí, Misiones, el motor comenzó a trabajar en 3 cilindros
súbitamente. La consecuente pérdida de potencia y la rotura de un componente
metálico dentro del motor nos obligó a detener la marcha en inmediaciones de
Puerto Mado. A las 3 de la mañana fuimos auxiliados por un remolque proveniente
de Eldorado quien nos acarreó 30 km hasta Colonia Wanda.
- WANDA. 29/9/2013. No obstante ser Ramón un nombre
patrimonio del gremio de la albañilería, fuimos atendidos por un mecánico con
dicho nombre, quien desarmando la tapa de cilindros nos puso al corriente que
la pieza averiada era el eje de válvulas, que al estar soldado, no resistió el
esfuerzo y se partió. Ramón procedió a una reparación provisoria del eje,
haciendo la correspondiente soldadura con electrodo común, y advirtiéndonos de
que ello podía durar “dos días o dos años”.
- WANDA, 1/10/2013. Luego de nuestra incursión a la
escuela del Paraje Mboi Hovy, advertimos que la rueda delantera izquierda había
tomado una peligrosa inclinación, siendo advertidos por otro mecánico que se
encontraba averiada una rótula inferior y la parrilla de suspensión (superior –
izquierda). Decidimos solicitar un remolque entre las localidades de Puerto
Libertad e Iguazú para desde esta última cruzar la frontera y buscar asistencia
mecánica en Ciudad del Este, Paraguay.
- CIUDAD DEL ESTE, PARAGUAY, 5/10/2013. Los dos servicios
mecánicos a los que concurrimos en esta ciudad, procedieron al reemplazo de:
rótulas inferiores (2), parrillas de suspensión superiores (2), rulemanes (2),
guardapolvo de homocinética, rodillo y retén de maza derecho, y manchón.
- ELDORADO, 7 y 8/10/13. Retornando a Buenos Aires, a la
altura de la localidad de Eldorado detectamos nuevamente que el motor perdía
rendimiento, y decidimos abortar la misión. Siendo revisado el vehiculo en
dicha localidad, se advirtió que la soldadura provisoría de “2 dias o 2 años”
duraría no más que una semana, y que sería imperioso reemplazar el eje de
válvulas. El vehiculo quedará en Misiones hasta nuevo aviso.
Intentando reparar el vehículo en Capioví, Misiones.
El domingo 29 de septiembre estábamos llegando a la localidad de Wanda, casi en la punta nordeste de nuestro país. Pero Enrique detuvo el vehículo con desperfectos mecánicos en la pronunciada cuesta de Puerto Mado. Era esa una noche fría y estrellada. Habíamos quedado a 30 km de nuestro destino, lo que a pesar de la complicación era una circunstancia afortunada. Entonces esperamos en absoluta soledad al auxilio mecánico, y al día siguiente ya podríamos estar trabajando.
Aquel domingo descansamos y tomamos mate, y yo me dediqué a contemplar con desesperanza el motor de la camioneta, como asimismo a anotar mentalmente todas las conversaciones que teníamos respecto de él.
Aquel domingo descansamos y tomamos mate, y yo me dediqué a contemplar con desesperanza el motor de la camioneta, como asimismo a anotar mentalmente todas las conversaciones que teníamos respecto de él.
Dos días después pudimos visitar el Aula Satélite del
Paraje Nueva Libertad, nuestro objetivo inicial, donde pudimos disfrutar la
animada compañía de los chicos, totalmente contentos por nuestra visita. Y al día siguiente encaramos hacia el Paraje Mboi Hovy,
también conocido como “Tirica”, alejado unos 25 km. del pueblo de Wanda.
Llegamos allí después de 7 km. de camino de tierra y nos encontramos con el Aula Satélite Nº 1, una escuela rancho literalmente en el medio de la nada. Sólo la acompañaban pastizales, unas solitarias palmeras, y mucha tierra colorada desnuda. Nada más hay en ese lugar. Quedamos muy impactados.
Llegamos allí después de 7 km. de camino de tierra y nos encontramos con el Aula Satélite Nº 1, una escuela rancho literalmente en el medio de la nada. Sólo la acompañaban pastizales, unas solitarias palmeras, y mucha tierra colorada desnuda. Nada más hay en ese lugar. Quedamos muy impactados.
A los pocos días hicimos base en Puerto Libertad, en
“Regionales Irma”, la casa-negocio de Irma a la vera de la Ruta 12. Irma, madre de Laura, desde
Buenos Aires, confiaba el cuidado de la finca a dos señoras practicantes
adventistas: Bruni y la Polaca. El detalle de religiosas practicantes viene a cuento de
que desde muy temprano en una habitación contigua a la nuestra, ambas leían la
Biblia y oraban (en voz alta), lo que por lo general me obligaba a despertar
temprano y visitar la cocina externa a calentar el agua para el desayuno.
“La experiencia de nuestra primera visita a las
escuelitas rurales de Puerto Libertad, Misiones, ha sido muy, muy grata. Nos hemos encontrado con chicos y familias llenos de
afecto, y con maestros que valoraron nuestra pequeña empresa, y que junto
a los alumnos nos devolvieron con creces.
Era jueves
cuando fuimos por tercera vez al paraje Nueva Libertad, pero esta vez ya no a
la escuela, sino a la chacra de Nora, la cocinera. Allí, bajo un tinglado, los
tablones extendidos, la maestra Carolina y su marido Daniel, sus hijos
chapoteando en el barro más allá, Nora y su marido cocinando y los alumnos de
la escuela apiñados y listos para comer los choripanes que se hacían en las
brasas quejosas de un tambor.
Mientras
comíamos los choripanes, la tormenta se abatía furiosamente sobre el cobertizo.
Los perritos misioneros flacuchos se debatían por las migas entre nuestras
piernas, dos chanchitos iban y venían, los gansos se mojaban y se secaban, las
gallinas guiaban a los polluelos hasta el umbral de la lluvia. Los nenes
sacaban fotos con la cámara de Laura. Humo, lluvia y viento.
Nora nos
alcanzó un plato de sopa de pollo con reviro y borí-borí, dos platos básicos de
la dieta misionera.
Estaba cansado pero en el fondo satisfecho. No por lo hecho por nosotros,
sino por sentir que vinimos al lugar correcto, y por sentir que esta Travesía
Solidaria está bien que haya sido solidaria, porque abrimos una Caja de
Pandora, con mayoría de cosas positivas y aleteos de mariposas que se sentirán
en otros lugares, como dice el proverbio chino.
Pero no nos
resulta fácil todo esto. Visto desde afuera este es un proyecto pequeño, y de
hecho lo es, pero para nosotros y nuestra limitaciones, es sinuoso y
exigente.
Ese jueves
también, y casi como una metáfora, hasta nos costó irnos del Paraje Nueva
Libertad. Bajo la lluvia y el particular barro misionero, nuestra camioneta
derrapó en el barro y al limite del descontrol, con el tren delantero roto y
una rueda torcida, se las ingenió para salir a la ruta. Pero pocos días después
ya no dio para más y después de algunas otras peripecias dignas de contarse en
otro momento tuvo que quedarse a esperarnos en Misiones.
Hoy por hoy estamos entrando en la recta final
de estos 60 días de proyecto y no nos dan los tiempos. Necesitamos un camión
que transporte nuestros botes y las donaciones para fin de año, fondos, más
ropa, más comida, más material didáctico, equipamiento para nosotros.
Seguramente lo que nos falte lo compraremos nosotros, pero al día de hoy, si la
Travesia fuera en este momento, no estaría a nuestro alcance. Por suerte y como
dice el dicho, Dios aprieta pero no ahorca…” (Facebook, 11/10/2013)
La Triple Frontera
Ya habíamos hecho nuestra primera incursión el día
anterior, a pie.
Ciudad del Este es algo comparable al Barrio del Once.
Pero más voluptuoso y candente, -“como sus mujeres” diría una vedette
paraguaya-, y sobre todo, peligrosamente desconocido. Ciudad del Este no es
sino otro país en otro país. Y allí no hay turistas argentinos. Hay kurepas[1].
Habíamos llegado con Enrique en búsqueda de repuestos para la camioneta. Nos extendimos caminando más allá del núcleo
comercial, atestado de edificios, de mareas de gente con fiebre ambulante, de
ofertas gritadas en la oreja y de bocinazos como salpicados por el caos del tránsito.
La camioneta, en cirugía mayor.
Los repuestos mecánicos están “más allá”, donde la ciudad
toma formas más amables, los barrios recuperan la normalidad, pero la inquietud
de la ilegalidad sigue flotando e invadiéndolo todo. En cada comercio de neumáticos
por caso, invariablemente un centinela armado con itaka custodia la entrada. En
100 metros es factible hallar a seis o siete centinelas y por ende, a sies o
siete itakas.
En lo que hacía a nosotros, después del reconocimiento de
campo, sabíamos que para el día siguiente nuestro tema estaría resuelto.
Apostados nuevamente en Iguazú, al segundo día nos levantamos a las 4 de la mañana, para a las 5 estar partiendo. Con la camioneta averiada, deberíamos cruzar la frontera circulando a baja velocidad, atravesar Foz do Iguaçú y entrar a primera hora a Ciudad del Este. Todo aquello, sin saber que Paraguay tenía una hora menos que Argentina, por lo que llegamos a destino, en una fresca y límpida mañana, a las 5:00.
Apostados nuevamente en Iguazú, al segundo día nos levantamos a las 4 de la mañana, para a las 5 estar partiendo. Con la camioneta averiada, deberíamos cruzar la frontera circulando a baja velocidad, atravesar Foz do Iguaçú y entrar a primera hora a Ciudad del Este. Todo aquello, sin saber que Paraguay tenía una hora menos que Argentina, por lo que llegamos a destino, en una fresca y límpida mañana, a las 5:00.
Todo lo que allí sucedió aquel día fue engorroso y se
encuentra en los partes remitidos al Encargado en Jefe del Área Mecánica. Pero
en lo que respecta a la vida del proyecto, sin dudas Ciudad del Este fue una
bisagra para nosotros.
Dieta del mecánico paraguayo
El taller oficial Mitsubishi cerró ese sábado a las 13
horas, después de que el tren delantero fuera desarmado y
reparado. Kike puso la camioneta en marcha y enfilamos hacia Argentina. Pero a los 1000
metros la camioneta volvió a descomponerse con ruidos estruendosos y sacudidas
brutales. Quedamos a nuestra suerte a dos kilómetros de un Puente Internacional, con escaso dinero, y nuestro vehículo moribundo. Si no
nos dábamos prisa en pocas horas nuestra intranquilidad en la Triple Frontera
se convertiría en franca desesperación.
Kike se quedó a custodiar. Y yo sin saber para
dónde inicié una maratón de algunos kilómetros a rayo del sol a la vera de la
autopista. Buscando mecánico, corrí por barrios, calles ondulantes y baldíos
lúgubres, y también por descampados con vacas siempre curiosas. Ya llevaba una
hora y sin dar con alguien que nos auxiliara decidí volver adonde Enrique y la
camioneta, con la esperanza de que el inconveniente estuviera superado.
Me detuve en una pausa que fue fundamental y que me ayudó
a darme cuenta que la ansiedad y el cansancio me habían empujado a la comodidad
de un tipo de pensamiento mágico: creer que tal vez Enrique hubiera reparado la
camioneta solo, o que alguien con mucho conocimiento se hubiera detenido para
asistirlo, dos circunstancias posibles... pero poco posibles. Era evidente que la
Mitsubishi tenía un serio problema, y que no se iba a reparar solo.
Di media vuelta y me propuse volver con ayuda sí o sí.
Pregunté en algunas casas hasta que fui dirigido a un enorme pero antiguo
taller, en medio de un barrio residencial. Era un verdadero cementerio de
vehículos. Un muchacho, tal vez de mi misma edad o más joven incluso, manguereaba su camioneta con una mano y tomaba tereré con la otra. Me observó un buen rato y apiadándose de nuestra situación accedió a ir hasta el lugar, donde Enrique
estaba apostado. Revisando brevemente la camioneta diagnosticó que estaba
averiado el manchón del cardan.
Con toda ingenuidad pregunté si se podría conseguir el
repuesto. Y lo cierto es que en Ciudad del Este con un llamado telefónico se puede conseguir un
misil con ojiva nuclear y se hace entrega puerta a puerta.
En el taller de César. Ciudad del Este, Paraguay.
Así fue que, mientras tomábamos tereré en su taller, César Zárate puso en condiciones la camioneta y luego de un día de los más difíciles que había enfrentado este proyecto, abandonamos raudamente Paraguay y Brasil para volver a guarecernos en la agradable noche de Puerto Iguazú.
Mientras esperábamos ingresar a nuestro país haciendo un interminable fila en la carretera -por los absurdos controles aduaneros- comencé a ser
presa del sueño y del fastidio. Me acordé de Jorge, el remisero de mi barrio,
y una frase que me había dicho cierta vez.
“Ya lo dice el dicho,
amigo: Motores y mujeres... dolores y placeres...”
Y esa tontería me hizo
reír.
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