sábado, 19 de marzo de 2016

Hacia Eldorado

29 de diciembre: Puerto Libertad – Eldorado (70,6 km.)  

"Y el río, como otro ofidio fantástico, reptaba sin descanso en el verde silencio de la siesta tropical"
                        Velmiro Ayala Gauna "El río", en “Otros "cuentos correntinos"

La mañana se había presentado fresca y despejada. Pero esos mejores momentos fueron empleados para bajar los cuatro botes desde lo alto de la barranca hacia la playa con el carro portátil. A las 8 de la mañana estuvimos listos para remar.

El río siguió como de costumbre, poderoso y con sus raros borbotones e impredecibles remolinos, emergiendo desde la profundidad cristalina. A la distancia iba observándonos la patrulla del destacamento de Puerto Libertad  al mando del Cabo Segundo Sosa. Sosa, además de seguirnos, vigilaba el movimiento de los botes que cruzaban el Paraná, e iba levantando los espineles paraguayos en costa argentina.
Hacia las 11.30 nos encontramos con la patrulla de relevo en la entrada del Arroyo Itá Curuzú. Y allí me sorprendió ver que aquella era una embarcación distinta, con apariencia militar y abordada por tres oficiales vestidos como tropas de combate.


Olvidé decir el porqué nos escoltaba de manera permanente Prefectura Naval. Y como se imaginan el motivo no puede ser demasiado feliz. En el año 2007, en la Ciudad de Posadas, se desarrolló una competencia de natación sobre el Río Paraná. Allí el río se cobró la vida de siete nadadores en circunstancias aparentemente evitables. Las víctimas al pasar cerca de una enorme barcaza fondeada en el río, fueron empujadas por la corriente y succionadas por debajo del casco: ésa es la fuerza y el peligro del Paraná. A raíz de esta tragedia la Prefectura quedó en el centro de la escena, y desde entonces la fuerza no quiere correr más riesgos, por lo que todo raidista debe navegar custodiado.
  La patrulla nos siguió bajo un sol atroz hasta el Club Náutico de Puerto Mado, ubicado -como no podía ser de otra manera- sobre una pronunciada barranca. Los kayaks quedan amarrados a un pontón de madera y desde él aprovechamos para nadar y refrescarnos. Luego, Milva y Lisandro se retiran a descansar a algún lugar protegido del calor y Kike me propone almorzar.
     En una lomada, sentados en el pasto y a la sombra de un cañaveral, tenemos la perspectiva del río con una rara tonalidad oscura, que centellea los fulgores del sol y que apenas se encrespa con un viento persistente y cálido. Sobrevuelan viajeras y blanquísimas nubes mientras que los botes flotando mansamente parecen la pintura costumbrista de unos caballos de agua atados al palenque.
Cuando volvemos al agua decididamente todos nos sentimos más a gusto y nuestro ritmo de remada es superior al del día anterior. 
Hacia las 17 avistamos zonas de restinga y correderas por todos lados. Veo saltar dorados y lanchas con pescadores que tratan de apostarse en las inmediaciones. Esas zonas pedregosas de  aguas turbulentas y rápidas son las preferidas por el dorado para cazar y alimentarse.

Al fondo, la Isla Parehá
En el medio del río -que allí se expande exageradamente- aparece una isla abrupta con una melena de selva irregular y llamativa: la Isla Parehá, a la que cruzamos -previo debate- por el lado argentino.
Los remolinos y las corrientes generan allí una fuerte deriva por lo que no podíamos dudar demasiado. El agua empuja a una velocidad inusitada y todo se torna fugaz... Es casi imposible volver sobre nuestros con el agua en contra. Así, la hermosa postal de la isla en el atardecer pronto queda atrás.
Conforme avanzamos hacia el sur por el río las lanchas deportivas cada vez más frecuentes indican que el Puerto de Eldorado no debe estar muy lejos. Entre el viento, la corriente y el oleaje de las embarcaciones el río se torna extrañamente agresivo. Repica insistente en las radios un llamado de Prefectura Eldorado hacia Rey Náutico, y después de un largo rato caemos en la cuenta que la llamada es a “raid náutico”, o sea: nosotros. 
En Misiones no es común hablar de remeros, palistas o kayakistas, casi todos los oficiales de Prefectura hablan de “raid” cuando nosotros nos referimos a “travesía”, y de raidistas cuando nosotros decimos “kayakistas”.

Vemos las playas del Club Náutico de Eldorado y llegamos allí con viento persistente, aguas arrebujadas y un sol de bronce en retirada. En las orillas nos miran los bañistas. La gente del Club -invariablemente apostado en la barranca- nos recibe muy bien y se apuran en cedernos una cabaña para que pasemos la noche. Eso es una bendición.
Cae el sol. Los botes ahora descansan en la playa de arena clara. Un tractor va y viene incansable sacando lanchas del agua hasta la profundidad de la noche. Desde la terraza del Club, con cervezas y empanadas de por medio, escuchamos algunas míticas anécdotas de pesca de los misioneros, que involucran surubíes, monumentales manguruyúes y algún que otro dorado. 

Eldorado, ciudad mítica 

Foto: http://www.paquita-lowe.com/
            
           Desde que los conquistadores supieron de este continente americano nunca dejaron de obsesionarse por encontrar la mítica ciudad de Eldorado. Se dice que Vasco Núñez de Balboa escuchó de este sitio por los nativos al conquistar la actual región de Panamá; desde entonces Eldorado fue buscado por toda Latinoamérica por diversos expedicionarios en distintas épocas sin ningún éxito y con demasiado derramamiento de sangre. Nombrarlos a todos es aburrido y carecería de sentido.
Pero es llamativo que un alemán haya decidido bautizar esta región de Misiones con ese nombre. Eldorado en definitiva terminó siendo sinónimo de "tierra prometida".
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Los puntos que vamos tocando día a día son las puertas por las cuales hace más de un siglo los colonizadores empezaron a hacer pie en Misiones. Es lógico, pues en aquellos tiempos (inicios del siglo XX) la selva era impenetrable y las tribus aborígenes –si bien no eran de carácter guerrero- dominaban el interior de Misiones, que se mantuvo con carácter de Territorio Nacional hasta 1950.
Eldorado, Montecarlo, Puerto Rico y otros puertos fueron los lugares donde comenzaron a asentarse las colonias, muchas con fuerte presencia alemana. Me impresionó mucho por caso, visitar en algún momento el cementerio de Montecarlo. Las lápidas allí casi no tienen grabado otro apellido que no sea origen germano.
Pero particularmente el caso de Eldorado merece alguna referencia. Uno de los “pioneros” (como le llaman aquí) más renombrados en Misiones fue Adolf Schwelm, un banquero originario de Frankfurt  que, radicado en el país, se dedicó a invertir en tierras. Invitado por Vicente Fidel López a una excursión por el Paraná, quedó prendado de Misiones, y a fines de la década del ´10 adquirió en sociedad con Tornquinst y Cía. 82.000 hectáreas en la ribera del Paraná en Misiones, fundando al poco tiempo Compañía Eldorado de Colonización y Explotación de Bosques S.A. Ltda.
Schwelm se afincó en esta zona, a la cual fundó como Eldorado y que hoy es la segunda ciudad más grande de la Provincia.
Uno de los tantos toques llamativos de esta historia es que el pionero alemán mandó a construir una lancha rápida de 18 metros de eslora que llamó La Swastika, en la cual vivió un tiempo hasta que construyó su cabaña en tierra firme.  Sin que aún la esvástica tuviera el carácter negativo casi inseparable que heredó de III Reich, era evidente que como símbolo ya había sido adoptada por buena parte de los alemanes para rescribir su historia, una historia que terminó mal.  

Viajar a Misiones

El Vapor Iberá, amarrado en Puerto Rico. Foto: http:www.somospuertorico.com 

El vapor Guayrá acercándose al Puerto de Wanda, en 1930. Foto: Histarmar
El río, desde fines de siglo XIX, era recorrido por pintorescas embarcaciones: los vapores de la carrera. La gente aún los recuerda. Ellos remontaban el difícil río y puerto por puerto atracaban cuidadosamente en orillas pedregosas o fondeaban alejados de la costa. Fueron innumerables los buques que hacían estos recorridos, transportando carga y pasajeros, sus nombres se encuentran asociados a fundaciones y nacimientos de familias pioneras.  
Hacia 1950 se podía viajaba a Misiones en hidroavión:

(...)  desde el muelle de la dársena F una lancha nos hizo recorrer unos treinta metros hasta donde se balanceaba a flote la mole de un cuatrimotor Short Sunderland. Como fuimos los últimos en ingresar, tuvimos que instalarnos en los sitios más incómodos, subiendo por estrechos peldaños hasta una hilera situada en la parte superior (el tercer nivel) y sentados hacia atrás, casi en el borde posterior del ala.
(...) La incipiente aerolínea argentina compró media docena de estos grandes hidros para utilizarlos primero en sus itinerarios transatlánticos y luego en sus servicios mesopotámicos, en regiones donde la carencia de buenas pistas era sustituida por abundantes espejos de agua, tanto cursos de ríos como lagunas y aún esteros, alternativas sólo para emergencias.
Nosotros dos, aventureros en ciernes, ignorábamos todo esto aquella mañana del lunes 9 de enero en que –luego de cuatro horas de vuelo-- el gran casco del Sunderland abrió dos altos surcos de agua frente al puerto de Posadas. Eran las 11,23 constaté en mi sencillo reloj Delbana”[1]

Por otro lado, transitar Misiones por rutas y caminos como hoy era una verdadera utopía por su densa selva y su relieve quebrado. Existen fotos de mediados de siglo que muestran  las primitivas rutas que se fueron abriendo paso en el momento como barreales increíbles donde los tractores se ocupaban de desencajar buses y automóviles. 


http://www.taringa.net/post/imagenes/17877205/Fotos-viejas-de-mi-ciudad-Eldorado-Pcia-de-Misiones.html

Pero volviendo a las aguas, hasta bien entrado el siglo XX, el río era el camino. El Diario El Territorio ha hecho una recopilación de incidentes y anécdotas de navegación en el Alto Paraná, que demuestran lo serio y difícil que era navegar este río.   




[1] Fernández Real, Oscar. El Balsa de Iguazú a Buenos Aires. Sitio web: Historia y Arqueología Marina, http://www.histarmar.com.ar/InfGral-2/Balsa-01.htm

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