lunes, 21 de marzo de 2016

Año Nuevo en el río

30 de diciembre: Eldorado - Puerto Rico (66,5 km.)

Por esas cosas que a veces no tienen explicación, en el reparto de sueños Milva, Lisandro y Enrique habían tenido descanso reparador, y yo uno rayano a la perturbación.
Me desperecé mientras mis compañeros ya retiraban de la cabaña remos, mochilas y equipos. Luego desayunamos calmadamente en la terraza del Club. Nos tocaba un día apacible, con brisa y cielo parcialmente nublado. 
Hechos al agua aprovechamos la velocidad del río, que a la altura de la papelera de Puerto Piray tiene pasos estrechos donde el flujo se acelera. Algunos kilómetros más adelante el curso serpentea generando zonas inestables para la navegación y remolinos realmente inmensos.  

Hacemos un alto en las playas del humilde puerto de Montecarlo cuando la mañana se tornasola. Milva nos señala las toscas pero coloridas chalanas que atracan en el arena del puerto y cruzan pasajeros desde y hacia Paraguay. En medio del río la Isla Caraguatay se alza enorme y redonda, cubierta enteramente de vegetación. 
Los prefectos de Montecarlo, quienes nos reciben en el puerto, deciden acompañarnos hasta la isla y guiarnos algunos kilómetros más abajo. Primero tomamos el centro del río y luego viramos por la margen izquierda de la isla, para finalmente atracar en su playa. Allí hacemos un breve descanso y un oficial (bien gringo) nos convida unos tererés.


Reiniciada la marcha, la patrulla de Prefectura Naval nos arría hacia la costa de Paraguay para evitar un enorme remolino permanente bautizado Bairuzú (llamado popular y exageradamente “el tragalanchas”) y alguna zona de restingas y corrientes muy irregulares.
Hacemos un alto en la desembocadura del Paranaí Guazú, un enorme y manso arroyo protegido por selva que uno puede observar desde la misma Ruta 12 cuando viaja hacia Iguazú.

Desembarcamos en el Club de Pesca de la localidad de El Alcázar. En estos sitios la gente pasa su tiempo libre en familia descansando a orillas del río con el termolar[1] y el tereré en la mano. La vida misionera está muy vinculada a la naturaleza, en comparación a ciudades de otros regiones del país, donde existen opciones de cine, teatro o espectáculos culturales. Siempre digo que en el noroeste del país la “tierra late” por la herencia cultural ancestral traducida en ritos y folklore bien definidos. En el litoral, especialmente en Misiones, esa herencia se mimetiza, se oculta y casi se identifica con la naturaleza. No es que no exista, pero adquiere ribetes sombríos y primitivos, casi como las leyendas y creencias relativas a la selva.
Arde el sol y con Enrique decidimos subir el sendero de la barranca bajo los pinos del mes de enero (diría Victor Heredia). Allí encontramos un enorme tinglado y nos sentamos a almorzar. 
Mis pies descalzos acarician el piso suave y brilloso de alisado rojo, bien típico de Misiones, y empiezo a desear una siesta en el momento que el dueño de la cantina se acerca con una bandeja y nos regala una picada. Cortesía de la casa.
Aún tengo viva la imagen en mi estómago. 
También recuerdo de esa tarde, antes de montar el bote, bucear en el agua cristalina y somera de la desembocadura del arroyo. Bajo la superficie, en un halo de silencio, viendo el pedregullo cebrado de guirnaldas de luz. 
Y más tarde, al retomar la remada, las hermosas playas de arena dorada en ambas márgenes del Paraná invitándonos a parar. Fue una de las tardes más calmas y más soleadas de todo el viaje. El río era una llanura silenciosa apenas acariciada por un aliento de aire.


¡VIVEN!
Ya remamos los primeros 185 km por aguas misioneras. Tuvimos sol, calor, lluvia a plomo, viento, selva y playa. Pero aún así navegamos casi sin dificultad aguas abajo con la atenta mirada de la Prefectura Naval.
Nos rodea la selva sobre las costas, y el coro de las chicharras todas las tardes a lo largo de este increíble y solitario río. Ahora estamos acampando en Club de Pesca de Puerto Rico, y pasaremos el Año Nuevo en el pueblo. La gente de Misiones nos acompaña con gran entusiasmo. 
Mañana por la tarde haremos una etapa corta de 40 km. hasta el Destacamento Oasis y el 2 de enero estaremos llegando por la tarde a las playas de San Ignacio y los imponentes cañadones del Teyú Cuaré.
Les deseamos un Feliz Año para todos. Un abrazo. 
Los 5. (Milva, Lisandro, Enrique, Laura y Franco)






[1] Garrafa térmica

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