martes, 12 de abril de 2016

La Leyenda del roll esquimal / Puerto Corazón

- Francoch... ¿Cómo andas con el roll?
Aquella pregunta - latiguillo que había adoptado Lisandro (la palabra “roll” quedaba estirada en la última letra) provenía de un suceso anterior al viaje.  A Silberstein, a quien molestábamos por el apellido (cada tanto yo le decía Silberstein Stallone) le había hecho gracia la anécdota que cuento a continuación y cada vez que veía la oportunidad, me hostigaba con eso.
Poco antes de iniciar esta aventura Kike y yo aún no teníamos nuestras embarcaciones. Durante meses yo me había mantenido firme en mi decisión de navegar solo a bordo de un kayak doble, un experimento que ya había realizado con excelentes resultados en una travesía solitaria de 10 días Entre Tigre y Villa Paranacito en abril de ese mismo año. Kike, por su parte, desde hacía meses “deshojaba la margarita”.


Después de mucha insistencia de mi parte Kike eligió un Weir Marcopolo, un kayak fabricado en Rosario y con buena reputación. Tenía una enorme capacidad de carga (una eslora de 5,70, siendo el bote “más largo” del mercado) y según sus amantes, una muy buena velocidad.  Sin embargo, a Enrique el bote no le satisfizo y entonces comencé a probarlo yo.


Para comienzos de diciembre de 2013 Kike ya tenía un nuevo kayak, un flamante MG Pacífico, descendiente muy mejorado del legendario kayak Eskimo Expedition, de origen alemán según entiendo y uno de los primeros kayaks de travesía con gran suceso en Argentina. Entonces Kike me pidió apoyo para hacer su prueba una fresca y brillante mañana de jueves. Nos convocamos allí junto a Gustavo Feldman, el constructor del bote, y éste a su vez le requirió compañía a Darío Berman, el instructor de la Escuela de Kayakismo Rumbo 180º, para que nos acompañara.
- Sólo un rato Gustavo, tengo que ir a buscar las nenas a la escuela – Contestó. Y allí fuimos.
En el agua, Darío me hizo la pregunta del millón: “Franco, ¿cómo andás con el roll?”.
El roll esquimal es una técnica esencial para la seguridad en el kayakismo. Consiste en la coordinación de un movimiento del torso, las piernas y la pala para cuando el bote ha dado vuelta de campana y uno está -para decirlo vulgarmente- “cabeza abajo". La técnica permite autorrecuperar el bote sin salir de él.
Con total sinceridad le dije que el roll no me salía, a pesar de que él mismo me lo había enseñado en un curso y había terminado por dominarlo.
“Vamos, a practicar”, me dijo, allí mismo, en el río.  Yo tenía un fuerte resfrío, no estaba habituado a mi nuevo bote, y la experiencia fue un total fracaso. Y abrió nuevos interrogantes en plazos excesivamente cercanos al viaje.


Pero al finalizar la última travesía de entrenamiento a Río Carabelas en aquel mes de diciembre (que para Enrique y para mí estuvo plagada de contratiempos, y enhorabuena por ello) nos sorprendió una sudestada en el cruce del Paraná de las Palmas a la altura del Puerto Escobar y allí me convencí de que iba a necesitar más tiempo para dominar el Marcopolo ... un tiempo del que ya no disponía.
Cada bote tiene un comportamiento distinto, e independientemente de sus aptitudes, cada kayakista se inclina por un bote de determinadas características y con la prñactica aprende a explotarlo. Algunos optan por kayaks veloces, o más estables, o con diferentes materiales de construcción, todo según el gusto. Pero el concepto va evolucionando, y hoy, a dos años de la travesía puedo decir que ya hay importantes tendencias en la construcción y diseño de kayaks. 
Yo tenía que volver al concepto de una embarcación más marinera y segura, que me permitiera algunas licencias, especialmente la de sacar fotografías a bordo durante largos períodos. Así que Gustavo Feldman me derivó a Patricio Redman, un conocido instructor y columnista de la Revista Weekend, para que me facilitara el MG Artico, un bote de reciente fabricación inspirado en el Scorpio, de la británica P&H Sea Kayaks. Rápidamente me convencí de que era lo que buscaba. Tal vez un poco más lento que otros modelos, pero con una gran capacidad marinera por la particular característica del casco (una importante curvatura en el fondo del casco, a lo largo del keel o línea de crujía).
El día anterior del viaje a Misiones -19 de diciembre- estábamos en el taller de MG Kayaks, en Florida, mirando como Gustavo Feldman le instalaba el timón al kayak y le hacía los últimos ajustes al bote.
Al final –dije- este bote lo fabricó Feldman, y lo probaron Berman y Redman.
Dejó de trabajar y me miró. Se hizo un incómodo silencio. Y dijo pensativo:
 “Es cierto...los tres moishes

Puerto Corazón



Puerto Corazón no es un pueblo. Ni siquiera un caserío visible. Sin embargo desde hace 50 años tiene un chamamé que le dedicó Roque Librado González y Tránsito Cocomarola. Será por esa magia que inspiran los lugares hermosamente desolados, como si eso fuera una materia prima del arte.
La tarde que llegamos a Puerto Corazón fuimos recibidos por el responsable del destacamento, quien inmediatamente nos invitó a tomar mate y entretanto nos brindó un extenso panorama de los trucos de los pescadores, las vedas de pesca, los efectos de las arroceras sobre los desoves de las especies y los problemas ambientales que se están suscitando en esa zona del litoral. El origen de la conversación fueron las lanchitas que se ven garetear  en el atardecer del Paraná. Los kayaks descansan abajo, en la playa, formando una colorida flor.



Es que aquí, en Puerto Corazón, la función de la Prefectura Naval es fundamentalmente el control de la pesca, y no tanto combatir el contrabando y el tráfico de drogas. 
Caída la noche me encuentro en la cocina, con el deber ciudadano de cocinar. Afuera mis compañeros dispusieron sus carpas y charlan de bueyes perdidos. Gira un desvencijado ventilador de techo. Prendo la hornalla para preparar unos fideos pero irrumpe un oficial del destacamento que me señala un freezer y me dice, enigmático: “coman de ahí”. Dejo que se vaya. Me acerco: el freezer está abarrotado de pescado por lo que elijo dos bogas y las cocino a la pizza. Para la realidad de nuestra expedición esto es un verdadero lujo asiático.
La noche disipa una extraña formación de nubes que había aparecido en la tarde y trae a cambio una perfecta media luna y como una estela, miles de estrellas. Todos comemos con deleite la boga del fuentón y nos distendemos.


Al amanecer veo a los pinos como mudos vigías de esa hermosa panorámica del Paraná. He decidido vivaquear (es decir, dormir fuera de la carpa) y los jejenes me facturan implacablemente del error. De mi noche quedan los jirones de un sueño entrecortado, maltrecho y confuso.  

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