Dejamos atrás Paso de la Patria con el ambicioso objetivo de remar casi 100 kilómetros hasta las cercanías de Empedrado. Era menester recuperar algo del retraso sufrido por el mal tiempo en este punto de nuestro derrotero.
Una brisa fresca nos acompañó a lo largo de toda la mañana y la navegación no fue del todo sencilla por la presencia constante de bancos de arena: en algunos tramos veía a mis compañeros bajarse de sus botes para arrastrarlos y luego buscar profundidad nuevamente. Entonces, las colonias de rayadores y atíes graznaban indignadas ante nuestra presencia y luego levantaban vuelo agresivamente.
La navegación hasta la Ciudad de Corrientes tuvo
como única novedad la aparición de los remolcadores y sus barcazas, yunta náutica que
desde entonces se convertiría en parte común del paisaje. Porque, claro, estábamos
ingresando en la ruta naviera Buenos Aires - Asunción, la pomposamente llamada Hidrovía. Nuestros 580 kilómetros de
travesía hasta ese momento se habían desarrollado por una ruta prácticamente
muerta, donde la navegación de grandes barcos era nula, a tal punto que no
existía en el río ningún tipo de demarcación, balizado u operadores de radio trabajando.
Ni el sol ni las nubes se decidían a imponerse en el momento que avistamos el casco de la Ciudad de Corrientes, sus
primeros caseríos y más tarde sus muelles y astilleros. A horas del
mediodía ya estábamos ingresando a la dársena del Club Regatas de Corrientes donde fuimos bien recibidos.
Los botes quedan en la rampa del club, adonde hemos llegado para premiarnos con un buen almuerzo. Con nuestro aspecto desgreñado nos paseamos por los pasillos y nos topamos con un grupo de personas que se interesan en nuestro viaje. Son los integrantes del equipo Senior de remo del Club Regatas, quienes nos brindan datos importantes para la navegación. Además nos cuentan que han tenido varios campeones argentinos, continentales, y representantes en Juegos Olímpicos.
Milva, Enrique y Lisandro entran al restaurant del club. Yo sigo caminando hacia la cancha de básquet y de pronto me encuentro con algo maravilloso (para mí): siendo domingo puedo ver -en vivo y en directo- el entrenamiento del campeón de la Liga Nacional de Básquet, dirigido por Nicolás Casalanghida y liderado por un histórico de la liga e integrante de la Selección Nacional, el alero Paolo Quinteros. Me doy el lujo de sacar fotos al entrenamiento.
En el restaurant Milva comienza a hacer chistes y el almuerzo se hace muy divertido mientras que a través de los ventanales vemos el sol salir y el río que comenzaba a azularse.
Preferimos no perder demasiado tiempo y después de algunos preparativos abordamos los botes y reemprendemos lo que sabemos que será un tramo largo y exigente.
Nuestras pequeñas embarcaciones ahora apuntan de pleno al Sur y la novedad es que nos topamos con un viento que viene justamente desde ese cuadrante. En el silbido del aire parecían resonar las proféticas palabras de Néstor Heim:
En el restaurant Milva comienza a hacer chistes y el almuerzo se hace muy divertido mientras que a través de los ventanales vemos el sol salir y el río que comenzaba a azularse.
Preferimos no perder demasiado tiempo y después de algunos preparativos abordamos los botes y reemprendemos lo que sabemos que será un tramo largo y exigente.
Nuestras pequeñas embarcaciones ahora apuntan de pleno al Sur y la novedad es que nos topamos con un viento que viene justamente desde ese cuadrante. En el silbido del aire parecían resonar las proféticas palabras de Néstor Heim:
“…si hay viento del
Sur, tirate a la costa…. y dale pala, pala y pala…!!”
Pasamos bajo el monumental puente Corrientes –
Resistencia y dejamos atrás los suburbios de la ciudad, sus astilleros y
muelles viejos. Con las aguas un poco encrespadas, bajo el marco de un cielo
que alternaba sol y nubes, la navegación era más lenta y trabajada. Por eso
decidimos remar mayormente por los riachos y bajíos que se van soltando del
cauce principal del Paraná. Debajo del
casco del bote, en el agua muy somera y transparente, los sábalos nadan a la
vanguardia como flechas negras.
En esta zona el 11 de junio de 1865 se produjo el Combate del Riachuelo, la batalla naval más importante de Sudamérica. Aquí, por donde estamos remando, chocó la armada imperial del Brasil contra la flota paraguaya. Fue un combate de 17 embarcaciones que se inició cuando los paraguayos decidieron sorprender a la armada brasileña cañoneándola de noche con máquinas apagadas para luego remontar el río e intentar abordar las naves entablando una lucha cuerpo a cuerpo.
"La habilidad de los soldados paraguayos para
combatir al arma blanca fue un hecho confirmado repetidamente a lo largo de la
guerra, de modo que la elección del abordaje y asalto cuerpo a cuerpo para
combatir, y eventualmente capturar, a los buques brasileños, era lógica"
.
En aquel combate, los paraguayos tomarían ventaja pero a la larga serían presa de sus errores y de la enorme superioridad de los buques brasileños, blindados, de mayor tonelaje y poder de fuego. La batalla que aún hoy sigue siendo motivos de discusiones y análisis, fue un intento del mariscal Solano López de ganar el control de los ríos y tomar una ventaja decisiva en la Guerra de la Triple Alianza. El resultado fue el retroceso de los buques brasileños hacia el sur (Empedrado y Goya) y la virtual desaparición de la armada paraguaya. Poco tiempo después, la guerra que se libraba en Corrientes se trasladaría al Paraguay.
Seguimos paleando entre franjas de islotes hasta volver al cauce principal y recalar momentáneamente en una isla de arena. El oleaje y viento frontales, aunque eran moderados, nos iban desgastando. Propuse a Kike armar campamento en ese mismo islote de arena blanca y matorrales. La dificultad allí era que no teníamos señal de celular ni alcance en las radios para dar aviso a la Prefectura, con lo cual con seguridad se generaría una falsa alerta. Así que seguiríamos remando un poco más.
Nuestro objetivo del día era alcanzar una zona
conocida como los Altos del Koé
Porá. A esa hora estaba lejos de nuestras posibilidades, y mientras todos
conversábamos sobre esto arriba de los botes, apareció, lejanísima y hacia la
margen contraria, la primer baliza en todo el viaje. Eso significaba para
nosotros poder establecer nuestra ubicación ya que las balizas flotantes no
sólo demarcan el canal de navegación para los buques de calado sino que además
informan el kilometraje de la hidrovía.
Lleno de una súbita energía salí a cruzar el Paraná
-anchísimo en ese sitio- saltando sobre las olas azules, con el novedoso sol y el
viento en la cara. A unos 200 metros
del canal pude apreciar la fuerza con
la que mi bote estaba derivando (en la zona del canal la correntada es sensiblemente mayor) y comencé a maniobrar para que de alguna manera el agua me
pusiera frente a la solitaria baliza roja: era el Km. 1181. Inmediatamente
recordé que frente a la desembocadura del Arroyo Banco, en el Bajo Delta del
Tigre, flota la baliza del 55.7 (el Puerto de Buenos Aires es el Km. 0). De
allí, la sencilla cuenta de la distancia que todavía debíamos vencer sobre esa gran
ruta de agua.
A las 5 de la tarde recalamos en una playa solitaria
del Km. 1179, dando aviso telefónico a la Prefectura de Corrientes. Por primera
vez en el viaje atracábamos para pernoctar en una zona agreste.
El lugar y la tarde eran soñados. Armamos nuestro campamento en un bosque. Prendimos fuego y esperamos que la noche cayera entre las barrancas y empezara a oscurecerse ese inmenso río azul.
El lugar y la tarde eran soñados. Armamos nuestro campamento en un bosque. Prendimos fuego y esperamos que la noche cayera entre las barrancas y empezara a oscurecerse ese inmenso río azul.
No hay comentarios:
Publicar un comentario